Ser testigo de Jesús es mucho más que haber oído el nombre de Jesús, incluso es mucho más que haber asistido alguna vez a una iglesia adonde se predique el nombre de Jesús. Ser testigo de Jesús no es crear un nuevo mensaje o nuevas experiencias. Ser testigo de Jesús es conocerle para luego dar testimonio de Él al mundo, lo cual solo puede lograrse con la ayuda del Consolador, el Espíritu Santo.
Por ello, ser testigo de Jesús conlleva tres aspectos completamente necesarios para todo Cristiano:
- Conocer a Jesús
- Dar testimonio de Jesús
- Tener el Espíritu Santo
Nadie puede ser testigo de Jesús si antes no ha tenido un encuentro personal con Jesús. Por definición, un testigo es alguien que ha visto u oído de primera mano acerca de algo de lo cual tiene conocimiento, por ello para ser testigo de Jesús antes hay que tener un encuentro personal con Él, es decir que le debe conocer.
Desde niño recuerdo haber escuchado con mucha frecuencia el nombre Jesús. Durante muchos años asistí todos los domingos a una iglesia que predicaba bajo el nombre de Jesús, pero sin embargo no había tenido nunca un encuentro con Jesús. Incluso no sabía ni cómo hacer para comunicarme con Él, ya que lo único que sabía hacer era repetir palabras que creía iban dirigidas a Jesús. Cuando joven era frecuente que a solas me arrodillara a citar de forma repetitiva la oración del padre nuestro y varias veces más, una oración que supuestamente iba dirigida a la madre de Jesús. Sin embargo esto era algo mécanico, lo cual hacía de esa forma debido a que era la única manera que me habían enseñado para comunicarme con el creador.En cierta ocasión dentro de un grupo juvenil religioso al que asistía, tuve la oportunidad de orar por una persona que padecía de una enfermedad terminal y no pude decir más que un par de palabras, pues no sabía cómo comunicarme con el Dios todopoderoso para interceder por esa persona. Dicho evento marco mí vida, pues me di cuenta de cuán lejos estaba de Dios y de que realmente no le conocía.
Conocer a Jesús va mucho más haya que el solo hecho de saber que Él existe. Santigo dice que «Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.» (Stg 2:19). Un encuentro con Jesús es haber experimentado un nuevo nacimiento por haber creído en su obra redentora. Es haber experimentado un cambio de rumbo en la vida.
Es interesante notar en las escrituras, que antes de la resurrección, los discípulos del Señor anduvieron mucho tiempo con Él y sin embargo no habían tenido un encuentro con Jesús, pues aún y cuando le seguían, no estaban dispuestos a vivir y a morir por Jesús. Luego todo cambio cuando tuvieron un encuentro con el Jesús resucitado y luego fueron llenos del Espíritu Santo. Después de dichos acontecimientos, el Pedro que había negado tres veces al Señor (Mt. 26:69-75) se convirtió en un hombre valiente, que hablaba sin miedo (Hch. 2:38-40) y que estuvo dispuesto a dejarlo todo por el Señor. De igual forma, Pablo, quien era un perseguidor de la iglesia, se convirtió en uno de los más fervientes Cristianos cuando camino a Damasco tuvo un encuentro con el Cristo resucitado (Hch. 9:1-22).
El día que tuve un encuentro con Jesús mi vida cambio por completo, hice una simple oración, sin imaginarme que eso podría influir en alguna manera el resto de mi existencia. La oración fue bastante sencilla, reconociendo que era pecador y que Jesús había muerto por mis pecados. No vi que los cielos se abrieran, ni tampoco vi caer fuego del cielo, pero sin embargo ya nunca más fui el mismo a partir de aquel día. A los pocos días me encontré con una gran sed de conocer más de Jesús. Por primera vez abrí la Biblia no por obligación de leerla, sino por el deseo ferviente de conocer más del Señor.
A partir del momento en que reconocí mi posición como pecador me fui paulatinamente convirtiendo en un Testigo de Jesús. Ahora puedo decir que conozco a Jesús y que se de primera mano todo lo que Él puede hacer en la vida de una persona. Ahora no solo sé que Jesús fue un personaje histórico, sino que también mi vida entera gira en torno a Él. Lo primero que Jesús hizo en mi vida fue enderezar mi rumbo, lo cual sin duda ha generado grandes bendiciones materiales que jamás espere recibir, pero eso ha sido secundario comparado con la gran llenura espiritual que ahora tengo, pues ya no camino sin rumbo. Ahora tengo un propósito por el cual vivir. Ahora sé por qué estoy en este mundo.
No se puede ser testigo de algo o alguien, cuando no se da a conocer a otros los hechos de los cuales se ha llegado a tener conocimiento. No se puede ser testigo de Jesús, cuando no se testifica a otras personas acerca de Jesús.
Después de que Pedro tuvo su encuentro con Jesús resucitado y fue lleno con el Espíritu Santo, él “con otras muchas palabras testificaba” (Hch. 2:40). No había forma de que alguien detuviera el deseo que Pedro tenía de hablar a otros acerca de Jesús. En el primer sermón de Pedro se convirtieron a Jesús “como tres mil personas” (Hch. 2:41).
Al poco tiempo de su encuentro con Jesús, el apóstol Pablo comenzó su primer viaje misionero (Hch. 13:1-5), después de ello vinieron otros viajes misioneros en los cuales Pablo testifico a todo el mundo conocido en su época.
Muchos no comprenden por qué los cristianos tenemos un deseo ardiente de testificar acerca del Señor. A ellos les parece algo incomprensible el ver a personas que están decididas a sacrificar ciertas cosas por el hecho de poder hablar a otros acerca de Jesús. No entienden como alguien sacrifica tiempo y recursos con tanto ímpetu a una labor de naturaleza espiritual. La explicación al comportamiento cristiano de testificar es bastante sencilla, el encuentro con Jesús ha tenido un impacto tal que hace germinar de lo más profundo del ser la necesidad de contar a otros acerca de la experiencia vivida, pues es algo sin precedentes e inigualable en la vida del ser humano.
En cierta ocasión los fariseos le pidieron a Jesús que callara a sus discípulos, a lo cual Él les respondió que sí ellos callaban las piedras hablarían (Lc. 19:39-40)
Jesús les dijo a sus discípulos antes de su ascensión en Hechos 1:8 «pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.»
No se puede ser Testigo de Jesús sin haber recibido el Espíritu Santo. Jesús dijo que como efecto de haber recibido el Espíritu Santo, los discípulos serían testigos de Él. Jesús sabía que ellos por si solos no podrían hacer nada efectivo para el Reino de Dios. Sin el empoderamiento del Espíritu Santo, los Testigos de Jesús nunca habrían llegado hasta lo último de la tierra.
El cristianismo sin el Espíritu Santo no es más que una filosofía. Pero gracias a la bendita venida del Espíritu Santo, el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. (Ro. 1:16)