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La generación que no conocía a Dios
Durante la época de los Jueces en el Antiguo Testamento se levantó una generación de Israelitas que no conocía a Dios. Jueces 2:10 dice “También murió toda aquella generación, y surgió otra que no conocía al Señor ni sabía lo que él había hecho por Israel.” Algunos llaman a está época la del oscurantismo religioso del pueblo de Israel.
La nueva generación que se había levantado en Israel no tenía una relación personal con Dios. La nueva generación se había apartado por completo de Dios. Ellos habían escuchado de Dios, pero no le conocían. Seguramente sus padres les habían contado acerca del Dios que los sacó de Egipto en tiempos de Moisés, pero para ellos esto había sido solo una especie de leyenda. La relación con Dios de esa nueva generación era prácticamente nula. Para ellos esto era simplemente su religión.
Este mismo problema se da también en el cristianismo actual. Muchas veces la siguiente generación de cristianos ha escuchado hablar de Dios, pero no le conoce. Hay muchas personas nacidas en hogares cristianos que viven alejados de Dios, simplemente porque nunca conocieron a Dios. Aún y cuando escucharon hablar de Dios en múltiples ocasiones, nunca tuvieron la intención de acercarse a Él.
No es de extrañar que incluso los hijos de algunos líderes religiosos vivan en la actualidad completamente apartados de Dios. La misma situación se describe en la biblia con los hijos del sacerdote Elí, en la época inmediata posterior al periodo de los Jueces. 1 Samuel 2:12 lo describe así “Los hijos de Elí eran unos perversos que no tomaban en cuenta al Señor”.
Tenemos que recordar que el cristianismo no es una religión. Hay gente que dice “Yo voy a morir en la religión que me dejó mi madre”. Eso es correcto, pues la religión se puede heredar. La religión es un conjunto de normas para tratar de llegar a Dios. Pero el cristianismo es una relación con Dios y eso no se puede heredar. Lo único que se puede hacer es dejar plasmado en la siguiente generación el conocimiento del amor de Dios. De esa forma cuando la siguiente generación llegue a la edad adulta, podrá tomar la decisión de seguir a Jesús.
Debemos recordar que la fidelidad a Dios de una generación no garantiza la fidelidad de la siguiente. Los principales responsables de guiar a la siguiente generación en los caminos del Señor son los padres. Está no es tarea de un maestro, ni de un líder religioso, ni tampoco del gobierno. Los padres como sacerdotes del hogar deben ser quienes tomen está responsabilidad para sí.
A los israelitas, Dios les había enseñado que debían enseñar a sus hijos la Palabra:
Deut. 6:6-7 “6 Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.”
Era responsabilidad de ellos, el que la siguiente generación le diera continuidad al plan de Dios. En la misma forma, es nuestra responsabilidad ante Dios, el transmitir a nuestros hijos las escrituras y enseñarles acerca del amor y la misericordia de Dios. También debemos enseñarles acerca de la necesidad de serle obedientes y seguir su Palabra.
Además de enseñarles a nuestros hijos las escrituras debemos también darles un buen ejemplo. Pues de muy poco servirá el que les enseñemos todas las escrituras y les hablemos de Dios, si nuestro accionar es completamente contrario. Alguien decía “lo que haces no me deja oír lo que dices”. Sin duda nuestro buen ejemplo juega un papel determinante en que nuestros hijos puedan ser seguidores de Cristo.
La gran bendición que nuestros hijos recibirán al seguir a Cristo desde temprano, es que no cometerán los mismos errores que nosotros cometimos antes de conocer al Señor.
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